Reducción de la duración del tratamiento antitrombótico crónico

15.07.2019
Reducing the duration of lifelong antithrombotic treatment
Wendy Lim

¿En qué pacientes podríamos considerar la reducción de la duración del tratamiento antitrombótico crónico?

Wendy Lim: Muchas veces cuando pensamos en la duración de la anticoagulación existen ciertas categorías bien definidas: pacientes con eventos tromboembólicos tras la cirugía, hospitalización, embarazo u anticonceptivos orales. Pienso que está claro que en estas situaciones se necesita un período de tiempo definido, típicamente 3 meses de anticoagulación. A partir de ahí, se hace más difícil y muy controvertido establecer cuál es la duración óptima de la anticoagulación. Pienso que cada vez es más evidente que los individuales con factores de riesgo de trombosis recurrente se beneficiarían de una anticoagulación de larga duración. El factor desestabilizador sería el desarrollo de complicaciones hemorrágicas asociadas a la terapia antitrombótica.

Primero pensemos sobre los pacientes que probablemente obtengan beneficio. Típicamente, los hombres tienen un riesgo más alto de recaída, frente a las mujeres, también los individuos cuyos eventos no han sido provocados corren un riesgo más alto de recaída frente a aquellos con eventos provocados; otro grupo del mayor riesgo serían los pacientes con factores de riesgo conocidos, por ejemplo en caso de cáncer. La cuestión es un poco más controvertida si estos pacientes reciben quimioterapia o radioterapia, tienen un cáncer metastásico o una trombofilia subyacente. Algunas de las trombofilias más comunes no se asocian con un aumento de las recaídas, pero en ciertas categorías de pacientes con algunas de las trombofilias menos frecuentes, como la deficiencia de antitrombina, o con el síndrome antifosfolipídico, sí que tienen un mayor riesgo.

Si se identifica a un individuo que tiene uno de esos factores de riesgo que justifica una terapia de larga duración o simplemente se trata de pacientes que prefieren someterse a una terapia de larga duración porque quieren reducir el riesgo de recaída, como he dicho, únicamente la presencia de sangrado sería el factor desestabilizador. Si el paciente en el que previamente se planeaba una terapia crónica con anticoagulantes desarrolla durante ella algún tipo de complicación hemorrágica, siendo la hemorragia digestiva el tipo más común, esto puede ser la razón por la que posiblemente se considere la suspensión de la terapia con anticoagulantes o, en ciertas situaciones, la reducción de la dosis. Si es posible tratar la causa de la hemorragia, tomemos como ejemplo una úlcera que se podría curar con una terapia con un inhibidor de la bomba de protones, entonces se pueden suspender los anticoagulantes durante la fase aguda. Una vez tratado y desaparecido el factor de riesgo de sangrado, se podría constatar que el equilibrio cambió y se podría volver a la terapia con anticoagulantes, en comparación con un paciente con un sangrado provocado por una angiodisplasia, que puede tratarse intermitentemente, pero que muchas veces es un trastorno crónico.

Pienso que hay situaciones en las que se podría considerar la reducción de la duración del tratamiento antitrombótico crónico pero, en mi opinión, una vez más hay que remarcar que la terapia de anticoagulación crónica requiere una monitorización continua y una vigilancia de las posibles complicaciones.