En los pacientes que recibían cuidados paliativos y experimentaron delirium la adición de risperidona o de haloperidol fue inferior a la continuación del tratamiento de apoyo y de atención individualizada a los factores precipitantes del delirium.
En el estudio se incluyeron 247 pacientes de los que más de 200 tenían cáncer. Los pacientes se dividieron en tres grupos: el primero recibía placebo (más de 80 personas), el segundo haloperidol y el tercero risperidona. Se administraban la dosis de carga de 1,0 mg y a continuación las dosis de 0,5 mg cada 12 horas. Había posibilidad de incrementar la dosis hasta el límite diario de 4 mg. En los pacientes >65 años las dosis se redujeron a la mitad. Todos los pacientes se sometieron a un tratamiento individualizado de los factores precipitantes del delirium, intervenciones no farmacológicas (hidratación, ayudas visuales y auditivas, reorientación, presencia de familiares) y unas cuantas inyecciones de midazolam para aliviar casos de angustia severa.
Los efectos se evaluaron mediante una escala de gravedad de los síntomas de delirium (6 puntos). Los efectos se midieron al inicio del estudio y al cabo de 3 días. Las puntuaciones más altas indicaban unos síntomas más severos. Las puntuaciones eran 0,48 puntos más altas en el grupo con risperidona y 0,24 más altas en el grupo con haloperidol, en comparación con el grupo con placebo.
Los autores llegaron a la conclusión de que en su entorno clínico la adición de fármacos neurolépticos a dosis bajas era más bien perjudicial que beneficiosa.