El uso de antibióticos en la bronquitis no está indicado. La decisión de no usar un antibiótico en pacientes con tos, esputo purulento y fiebre no es fácil aun cuando no se detecten síntomas que sugieran neumonía. Es aún más difícil porque los enfermos esperan que el médico les prescriba un antibiótico. El método que permite resolver esta situación es lo que denominados el aplazamiento de la prescripción del antibiótico. El enfermo obtiene una receta y es instruido para comprar y utilizar un antibiótico en caso de agravamiento de los síntomas o falta de mejoría.
El estudio se realizó en atención primaria. En el estudio se incluyeron aquellos enfermos que acudieron al médico de atención primaria por tos. Se excluyeron los pacientes con diagnóstico de neumonía y los que acabaron ingresando en el hospital. El análisis abarcó a un total de 28 799 pacientes. En un 61,3 % de enfermos se utilizó antibiótico, en un 13,3 % antibioticoterapia aplazada y en un 25,5 % no se prescribió antibiótico. El antibiótico se prescribió con más frecuencia en caso de pacientes mayores, con enfermedades concomitantes, disnea más intensa, fiebre, o esputo purulento.
La muerte o la necesidad de hospitalización se describieron en un 0,3 % de las personas en las que no se utilizó antibiótico, en un 0,9 % de los pacientes con antibiótico y en un 0,4 % de los enfermos que recibieron una prescripción e indicación de tomar el antibiótico en caso de agravamiento. En el análisis que tuvo en cuenta el estado clínico de los pacientes se constató que el uso inmediato de un antibiótico no se relacionaba con una disminución en el riesgo de muerte (RR 1,06; 95 % IC: 0,63-1,81; p=0,84). El uso diferido de antibióticos se asoció con una reducción no significativa del riesgo (0,81; 95 % IC: 0,41-1,64; p=0,61). Es más, el porcentaje de enfermos que acudieron al médico por segunda vez a causa de la persistencia o agravamiento de los síntomas fue considerablemente menor en el grupo con antibioticoterapia aplazada.
Este estudio aporta argumentos importantes para apoyar la opinión de que hay que limitar el uso innecesario de antibióticos en personas que acuden al médico con infecciones de vías respiratorias inferiores. En los enfermos en los que no se sospecha neumonía el uso de antibiótico no mejora los resultados del tratamiento, constituye una carga económica para el enfermo y para el sistema de salud pública, y se asocia a un mayor riesgo de desarrollo de cepas resistentes en la población. Conviene subrayar que incluso en este estudio casi 2/3 de los pacientes recibieron antibióticos y en la gran mayoría de los casos no hacía falta. Solo en este estudio contamos varios miles de recetas innecesarias.
En el caso de sospecha de neumonía se puede dirigir al enfermo al servicio de urgencias (si su estado es tan grave que lo requiere), o bien, con el apoyo de pruebas fácilmente disponibles (sobre todo radiografía posteroanterior y lateral de tórax) excluir este diagnóstico. Desde el punto de vista práctico, la prescripción de un fármaco con indicaciones de comprar y utilizarlo en caso de falta de mejoría o agravamiento de los síntomas al cabo de unos días es un método útil. Los resultados de este estudio demuestran que este manejo no es solo seguro, sino que incluso un menor porcentaje de enfermos vuelve al médico a causa del agravamiento de los síntomas.