La autora del artículo se dedica desde hace muchos años a ayudar a pacientes con trastornos de la personalidad, sobre todo a aquellos con diagnóstico de personalidad limítrofe. Presenta el conocimiento actual en este ámbito, respaldado por una gran experiencia clínica. Menciona la definición del propio concepto de personalidad limítrofe, su posición dentro de las clasificaciones psiquiátricas actuales, así como su etiología y los métodos de tratamiento.
¿Qué es la personalidad limítrofe?
Es una traducción del término inglés borderline personality, que fue introducido por Robert Knight a mediados del siglo XX para definir a las personas cuyos trastornos mentales se situaban entre los trastornos psicóticos (esquizofrénicos) y neuróticos (neurosis). Sin embargo, el estado de las personas de este grupo no empeora lo suficiente para que sea posible el diagnóstico de esquizofrenia. A pesar de que su estado emocional cambia constantemente, al mismo tiempo permanece estable; dicho estado se denomina "inestabilidad estable". Es uno de los subtipos de trastornos de la personalidad, que —a menudo de manera equivocada— suele identificarse con todos los trastornos de la personalidad.
¿Cuándo se trata de los trastornos de la personalidad?
Podemos hablar de los trastornos de la personalidad cuando se observan rasgos de la misma que no se someten a cambios y dificultan la adaptación adecuada. Esto conduce a un deterioro significativo del funcionamiento social y profesional, o a un malestar subjetivo. Las personas con trastornos de la personalidad a menudo tienen problemas relativos al trabajo (p. ej. múltiples cambios de empleo o trabajo en puestos por debajo de su potencial) o experimentan dificultades en las relaciones sociales (p. ej. despiertan emociones intensas en otras personas, tales como ataques de ira). Muchas veces presentan también menor tolerancia al estrés y pueden buscar ayuda sobre todo con el fin de limitar la influencia de los factores externos que producen el estrés; es decir, quieren cambiar el entorno en vez de a sí mismos. La manera en la que se manifiestan los trastornos de la personalidad siempre afecta a otras personas.
¿Qué significa el diagnóstico de trastornos de la personalidad?
En primer lugar, cabe destacar que los trastornos de la personalidad no deben considerarse en términos de una enfermedad como, p. ej., trastorno afectivo bipolar, esquizofrenia o gripe. La personalidad es el nivel de organización de la mente al que se integra el impacto de los factores biológicos, psicológicos y sociales, que determinan el estado mental general. La personalidad controla los procesos de afrontamiento y condiciona las posibilidades de adaptación psicológica o su ausencia.
Los problemas psicológicos y ambientales (estresores) son como los factores patógenos, mientras que la personalidad, como el sistema inmunitario, cuya condición decide si —p. ej. en el caso del contacto con un agente patógeno— se producirá o no una infección (p. ej. gripe). De manera similar, la estructura de la personalidad decide si en una persona dada, bajo la influencia de varios estresores, van a presentarse manifestaciones de trastornos mentales, p. ej. de ansiedad o depresión. Así lo explica el DSM-IV (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, Edición IV), un sistema de clasificación psiquiátrica que no considera los trastornos de la personalidad en la misma categoría que tales trastornos mentales como la esquizofrenia o la depresión mayor.
En algunos países, los trastornos de la personalidad se codifican según la, utilizada con fines contables y estadísticos, Clasificación Internacional de Enfermedades CIE-10, la cual sitúa los trastornos de la personalidad en el mismo nivel que las enfermedades, como las ya mencionados anteriormente: trastorno afectivo bipolar, esquizofrenia o gripe.
Un tratamiento eficaz de los pacientes con trastornos de la personalidad es posible gracias a tener en cuenta los denominados aspectos sanos de la personalidad. Sanos, es decir, aquellos que no se ven afectados por el proceso destructivo. De nuevo, se puede recurrir al sistema inmunitario para explicarlo: una enfermedad autoinmune no significa que todo el sistema inmunitario esté enfermo o alterado; así sucede también con la personalidad, que no es enferma en su totalidad. Se debe tener en cuenta los aspectos sanos del sistema inmunitario, que permiten hacer frente a lo patológico y, p. ej., intentar combatir las células neoplásicas. Algo semejante sucede con la personalidad: es imprescindible determinar sus aspectos sanos (no psicóticos).
Por lo tanto, según los autores, si los trastornos de la personalidad limítrofe se consideran una enfermedad, es como si toda la personalidad se considerara "enferma", lo que influye de manera negativa en el proceso terapéutico. Se trata del proceso terapéutico en sí mismo, así como de comprender la dinámica y los fenómenos que lo componen. La experiencia actual con la terapia de pacientes con personalidad limítrofe demuestra que el tratamiento solo es posible al tener en consideración los aspectos sanos de la personalidad.
Personalidad limítrofe y otros trastornos de la personalidad
Lo más habitual para un individuo con personalidad limítrofe es experimentar un deseo muy intenso de tener una relación muy cercana y exclusiva con otra persona, acompañado de un miedo de dos tipos. Primero, es el miedo a ser "absorbido" por la otra persona y, segundo, a ser abandonado por ella. Esto conduce a una fuerte tensión emocional. A menudo durante tal estado de tensión emocional, llega a intentos de suicidio, autolesiones y estados psicóticos transitorios (p. ej. ideas delirantes persecutorias).
Otros síntomas observados con frecuencia son: estados de ansiedad (p. ej. ataques de pánico), trastornos del estado de ánimo (principalmente de carácter depresivo), compulsiones y síntomas de varias enfermedades somáticas, tales como dolor de diferentes partes del cuerpo o síntomas neurológicos, sin posibilidad de determinar su causa orgánica. También debe mencionarse el abuso de sustancias psicoactivas, trastornos de la alimentación y perversiones sexuales. Cabe destacar que los síntomas descritos también pueden manifestarse en el caso de otros trastornos mentales.
Lo que más claramente diferencia los trastornos borderline de otros trastornos de la personalidad es, sobre todo, la dificultad para percibir simultáneamente los aspectos "positivos" y "negativos" de otras personas. Dichos aspectos suelen percibirse de manera extrema y la actitud hacia los demás cambia a menudo: desde la admiración y la idealización hasta el odio y el desprecio. Esto resulta especialmente difícil y doloroso para los "destinatarios" de estos sentimientos: tanto para la familia, amigos y conocidos como para los médicos o terapeutas. En los familiares pueden alternarse fantasías orientadas a salvar al paciente, sentimiento de culpa, sensación de ira y aversión o impotencia. En el caso de los profesionales de la salud mental, pueden presentarse conductas que cruzan los límites de la ética profesional. Las dificultades para mantener relaciones con personas con trastornos limítrofes no solo se aplican a las relaciones más cercanas. Van mucho más allá del ámbito de la psiquiatría y la psicoterapia.
Tal como se ha mencionado anteriormente, dichas personas pueden presentar múltiples y diferentes conductas y síntomas, que las llevan a buscar ayuda no solamente de psiquiatras y psicoterapeutas, sino también de otros especialistas: médicos de cabecera, internistas, toxicólogos, neurólogos, cirujanos, etc. A menudo causan confusión, tanto en el hospital y en la relación terapéutica como en las relaciones familiares y de amistad. Es así porque el caos interno que acompaña a las personas con personalidad limítrofe llega a exteriorizarse y se traslada al entorno más cercano.