La prevención de las ECV incluye:
1) estrategia poblacional
2) estrategia de alto riesgo, incluida la prevención secundaria.
La mayor reducción de morbimortalidad de ECV puede conseguirse gracias a la estrategia poblacional. La estrategia de alto riesgo y de prevención secundaria es beneficiosa sobre todo para las personas con una ECV latente (asintomática) o clínicamente establecida.
Estrategia poblacional
La estrategia poblacional consiste en controlar los factores de riesgo derivados del estilo de vida al influir en la conciencia social y crear las condiciones que faciliten la actividad física, abstinencia de tabaco y alimentación saludable. Se ha demostrado que gracias a la estrategia poblacional es posible cambiar los hábitos alimenticios, disminuir el número de fumadores y aumentar la actividad física. En consecuencia, se consigue disminuir, entre otros, la presión sanguínea y los niveles de colesterol.
La mortalidad por ECV, en gran medida gracias a la estrategia poblacional eficaz, está disminuyendo, lo que se ha demostrado también en Polonia. En los años 1989-2001 se redujo significativamente el consumo de grasas de origen animal y aumentó el consumo de grasas de origen vegetal. También disminuyó el número de fumadores. En los años 1991-2009 se observó la disminución de la mortalidad por ECV en >40 %.
Según el informe “Situación sanitaria de la población polaca y sus determinantes (2020)”, en el cual se recopilaron los datos del período entre 2002-2003 y 2017-2018, la mortalidad por ECV durante esos 15 años decreció en Polonia en un 16,6 %. Se observó la disminución de la mortalidad cardiovascular hasta el año 2016, pero en los últimos años ya no fue así. La pandemia de COVID-19 probablemente empeorará la situación.
En 2018 la ECV fue la causa de un 40,5 % de todas las muertes (la enfermedad cardíaca fue la causa de un 59 % de ellas). Las causas de la disminución de la mortalidad cardiovascular son complejas. Pueden incluir: cambios positivos en la alimentación, limitación del tabaquismo, farmacoterapia moderna y cardiología invasiva. La farmacoterapia de los factores de riesgo influye en la mortalidad en la prevención primaria y la letalidad en la prevención secundaria, y los procedimientos cardiológicos invasivos influyen en la letalidad por cardiopatía isquémica.
La disminución del consumo de grasas de origen animal, también observada en los años 2010-2018, puede ser un ejemplo de cambios positivos en la alimentación de los polacos. No obstante, la dieta de los polacos sigue sin ajustarse a las normas de alimentación saludable, la cual también resulta eficaz en la prevención de las ECV. El consumo de frutas y verduras y el porcentaje de energía proveniente de carbohidratos son demasiado pequeños, mientras que el consumo de carne roja y el porcentaje de energía proveniente de grasas y ácidos grasos saturados son demasiado grandes.
En 2018 un 30,9 % de los hombres y un 20,2 % de las mujeres fumaban, mientras que un 62,2 % de los hombres y un 45,5 % de las mujeres tenía sobrepeso u obesidad (IMC ≥25 kg/m2).
Las reglas de la alimentación saludable son universales, aunque pueden variar según la población, los hábitos alimenticios locales y los problemas de salud. Por esta razón, todos los países deben elaborar sus propios objetivos nutricionales y actualizarlos periódicamente.
Recomendaciones nutricionales básicas:
1) Hay que comer con regularidad (cada 3-4 h, 4-5 comidas al día).
2) Se debe consumir fruta y verdura lo más frecuentemente posible y en mayores cantidades posibles, ≥400 g/d. Son una fuente de grandes cantidades de compuestos bioactivos (carotenoides, vitaminas C y E, ácido fólico, selenio, flavonoides, isoflavonas), potasio y fibra.
3) Son importantes en la dieta las preparaciones a base de cereales. Se deben elegir productos integrales (no refinados) que aportan vitaminas del grupo B, componentes minerales (magnesio, zinc) y fibra. Contienen carbohidratos que son fuente de energía.
4) En la profilaxis de las ECV se recomiendan productos lácteos bajos en grasa. Se prefieren leche o yogur desnatados. También se admiten, en cantidades limitadas, leche, yogur y quesos bajos en grasa. La leche y sus derivados son una gran fuente de calcio y proteína de alto valor, así como de vitaminas B1, B2, B6, B12, ácido fólico, vitamina A y magnesio.
5) El consumo de carne, sobre todo roja y de productos cárnicos procesados, debe limitarse a 0,5 kg/semana. Se recomienda el consumo de pescado, semillas de legumbres y huevos (1 huevo al día no aumenta los niveles de colesterol LDL en plasma). El pescado (azul) es fuente de ácidos grasos insaturados ω-3. Las semillas de legumbres aportan proteína de alto valor y fibra.
6) Se debe limitar el consumo de grasas de origen animal (ácidos grasos saturados) y sustituirlos por aceites de origen vegetal (ácidos grasos insaturados). La sustitución de los ácidos grasos saturados por los insaturados disminuye el riesgo de ECV. Se recomienda evitar el consumo de isómeros trans de ácidos grasos que son nocivos, ya que aumentan la concentración de colesterol LDL y el riesgo de ECV. Aparecen p. ej. en comida rápida y en productos de pastelería procesados (barquillos, galletas, barritas de chocolate).
7) Se debe limitar el consumo de azúcar y dulces, ya que estos favorecen el desarrollo de sobrepeso y obesidad y, en consecuencia, de diabetes mellitus tipo 2. Además, el azúcar influye en el desarrollo de caries. Se recomienda sustituir el azúcar y los dulces por frutas y frutos secos.
8) No se debe salar los alimentos y durante la compra está recomendado elegir los alimentos bajos en sal común. Las hierbas mejorarán el sabor de los alimentos y aportarán componentes valiosos. La sal favorece el desarrollo de hipertensión arterial.
9) Es necesario recordar que se debe tomar ≥1,5 l de agua al día.
10) Se recomienda abstenerse del consumo de alcohol. Este favorece no solo la aparición de pancreatitis y cirrosis hepática, sino también de las neoplasias de tracto digestivo, mama y próstata.
En el marco de prevención de las ECV se recomienda que las personas sanas realicen actividad física: ≥150 min/semana de ejercicio aeróbico de intensidad moderada o 75 min/semana de ejercicio aeróbico de intensidad alta, o bien una combinación equivalente de ambos. Para obtener beneficios adicionales, se recomienda aumentar gradualmente el ejercicio aeróbico de intensidad moderada hasta 300 min/semana o el ejercicio aeróbico de intensidad alta hasta 150 min/semana. Las sesiones deben dividirse entre varios días (4-5) a la semana u, óptimamente, todos los días de la semana.
En personas >35 años
1) con riesgo de ECV bajo o moderado: se debe considerar permitirles realizar cualquier tipo de deporte recreativo sin continuar con la valoración del sistema cardiovascular
2) con estilo de vida sedentario o con riesgo cardiovascular alto o muy alto que quieren iniciar un programa de ejercicio intenso o practicar deportes de competición: se debe considerar la realización de evaluación clínica, incluida la prueba de esfuerzo máximo
3) sin una ECV diagnosticada, pero con riesgo cardiovascular muy alto (→tabla I.D.2-1) que quieren realizar ejercicios de intensidad alta o muy alta: se puede considerar la evaluación de riesgo mediante una prueba de imagen funcional, angio-TC de arterias coronarias o ecografía de la arteria carótida o femoral.
Para las personas >65 años con buena capacidad física y sin limitaciones de movimiento se recomiendan ejercicios aeróbicos de intensidad moderada (5-6 ptos. en la escala de Borg modificada →tabla II.B.1-4) durante ≥150 min/semana, mientras que en caso de las personas con estilo de vida sedentario que quieren realizar ejercicio físico de intensidad alta (7-8 ptos. en la escala de Borg modificada) se debe considerar una evaluación clínica completa, incluida la prueba de esfuerzo máximo. Se recomienda que las personas mayores susceptibles a las caídas realicen ejercicios de fuerza que mejoran el equilibrio y la coordinación durante ≥2 días/semana (8-10 ejercicios, 10-15 repeticiones).
Estrategia de riesgo alto
Las personas con riesgo de ECV mayor que el riesgo medio en la población requieren manejo intenso dirigido hacia la disminución o eliminación de los factores de riesgo mediante la dieta, actividad física, fármacos y abandono del tabaquismo. Las acciones profilácticas son tanto más eficaces, cuanto mayor es el riesgo de ECV. Por esta razón, en la prevención de ECV se establecen las siguientes prioridades:
1) personas con una ECV diagnosticada
2) enfermos con diabetes mellitus
3) pacientes con enfermedad renal crónica (ERC)
4) personas con un factor de riesgo particular muy elevado, p. ej. dislipidemia familiar o hipertensión arterial grave
5) personas con el riesgo de muerte cardiovascular a los 10 años de ≥10 % según la tabla de riesgo SCORE (Systematic Coronary Risk Evaluation).
La prevención de las ECV (según las guías de la ESC y EAS 2019) debe incluir el control de no solo niveles de lipidos en plasma, sino también de otros factores de riesgo:
1) Disminuir la presión arterial, si esta es de ≥140/90 mm Hg (también en pacientes diabéticos); si el tratamiento hipotensor es bien tolerado, se debe intentar alcanzar la presión arterial de 120-129/70-79 mm Hg, y en personas mayores (≥65 años) la presión arterial sistólica de 130-139 mm Hg
2) Mantener el IMC en el rango entre 20-25 kg/m2 y el perímetro abdominal <94 cm (hombres) o <80 cm (mujeres). Si el perímetro abdominal es de ≥102 cm en un hombre y ≥88 cm en una mujer, se debe recomendar la reducción del peso corporal.
3) No fumar cigarrillos
4) En pacientes con diabetes mellitus tipo 2, mantener el porcentaje de HbA1c <7 % (<53 mmol/mol).
Recomendaciones sobre la actividad física en enfermos con ECV →capítulos sobre las enfermedades determinadas.