Insuficiencia venosa crónica

DefiniciónArriba

La insuficiencia venosa crónica (IVC) consiste en el desarrollo de síntomas de estasis venosa como consecuencia de un reflujo sanguíneo en las venas o una estenosis u obstrucción de las venas.

La IVC comprende:

1) enfermedad varicosa: la variz es una dilatación permanente de una vena superficial de ≥3 mm de diámetro (en bipedestación)

2) síndrome postrombótico (el 40 % de los casos de IVC se deben a una trombosis venosa profunda)

3) insuficiencia venosa valvular primaria (normalmente congénita y hereditaria)

4) síndromes compresivos (p. ej. síndrome de atrapamiento de la vena poplítea por la cabeza medial del músculo gastrocnemio).

EpidemiologíaArriba

20–50 % de las mujeres de los países de Europa Occidental presentan varices en las extremidades inferiores. Se estima que en Polonia la IVC afecta al 47 % de las mujeres y el 37 % de los hombres que acuden al médico. En el grupo de edad de 20–34 años, la proporción entre mujeres y hombres con enfermedad varicosa es de 6:1, pero en el grupo de 65–74 años, tan solo de 1,5:1. Las úlceras venosas de la pierna afectan al 0,3 % de la población de 41–50 años, pero el porcentaje aumenta a un 7 % en el grupo de 61–70 años. El síndrome postrombótico se desarrolla en el 20–50 % de los pacientes en los 2 años posteriores a la incidencia de una trombosis venosa profunda.

Etiología y patogeniaArriba

Factores de riesgo de la IVC:

1) edad

2) sexo femenino

3) factores hereditarios: el riesgo de desarrollar varices en las personas cuyos progenitores las hayan tenido es del 89 %, y cuando solo uno de ellos las haya tenido, del 42 %; se considera que existe una debilidad hereditaria de la pared venosa y de la estructura valvular, de etiología desconocida hasta la fecha, que provoca el desarrollo de varices primarias

4) embarazo: la prevalencia de la enfermedad varicosa aumenta con el número de embarazos

5) trabajo en posición sentada o en bipedestación

6) obesidad

7) otros: anticonceptivos hormonales, estatura alta, pies planos, estreñimiento habitual.

Independientemente de la causa, el factor principal que conduce al desarrollo de la IVC es la hipertensión venosa. Las causas de la hipertensión venosa son:

1) ausencia, hipoplasia, insuficiencia o destrucción de las válvulas venosas

2) obstrucción o estenosis de las venas como consecuencia de una trombosis (y una recanalización postrombótica incompleta o fallida)

3) compresión sobre las venas.

Todas estas causas desembocan en un estancamiento de la sangre venosa, una congestión de la microcirculación venosa, y con el tiempo, en la apertura de fístulas arteriovenosas y en una alteración de las condiciones del flujo, que dejan de ser las típicas arteriales para transformarse en las que suelen predominar en las venas (lo que se conoce como venulización de arteriolas). En situaciones de estancamiento de sangre venosa, tiene lugar un secuestro y un desplazamiento de leucocitos fuera de la pared vascular (lo que se conoce como atrapamiento leucocitario). A continuación, los leucocitos experimentan una estimulación y liberan mediadores de la respuesta inflamatoria, radicales libres y enzimas proteolíticas. Debido a la sobrecarga de volumen y presión y a los daños causados por la reacción inflamatoria, la permeabilidad capilar aumenta y se forma un edema. El trasudado es rico en proteínas, fibrinógeno incluido, lo que desemboca en la acumulación de fibrina alrededor de los vasos de la microcirculación en forma de "manguitos de fibrina" y de hemosiderina procedente de los eritrocitos que penetran los tejidos. La estimulación de los fibroblastos provoca fibrosis cutánea y una sustitución de tejido subcutáneo por tejido fibrótico (lipodermatoesclerosis). La activación de los procesos inflamatorios y la filtración excesiva –que produce un incremento de la viscosidad sanguínea– pueden causar trombosis en los vasos de la microcirculación.

Cuadro clínicoArriba

El cuadro clínico se describe según la clasificación CEAP: tab. I.P.2–1.

1. Síntomas

Dependen de lo avanzada que esté la IVC. En las fases iniciales (estadios C1 y C2), pueden producirse los siguientes síntomas:

1) sensación de pesadez y "voluminosidad" excesiva en los miembros inferiores, que disminuye después de descansar con las extremidades elevadas; aumenta considerablemente cuando aparece un edema (en las mujeres antes de la menstruación)

2) venas superficiales dilatadas visibles de color azulado

3) calambres dolorosos en los gemelos, sobre todo por la noche, y síndrome de piernas inquietas; estas dolencias se intensifican en bipedestación o en posición sentada, en épocas calurosas y cuando la humedad del aire es elevada.

En estadios >C2 suele producirse un dolor sordo que se intensifica a lo largo del día. El dolor al caminar (claudicación venosa) es poco frecuente y sugiere una insuficiencia venosa profunda en las piernas.

Las úlceras venosas van acompañadas de un dolor de distinta intensidad, en ocasiones muy fuerte.

2. Signos

1) telangiectasias: vénulas intradérmicas dilatadas de <1 mm de diámetro y pequeñas varices reticulares y aracniformes (fig. I.P.2-1), con el tiempo varices dilatadas y sinuosas en las raíces de las venas principales de la extremidad inferior: la vena safena magna (fig. I.P.2-2) y la vena safena parva; normalmente, en los sitios con venas perforantes insuficientes, las telangiectasias y las vénulas se extienden en patrón de abanico (corona flebectásica); en estas zonas, la vena perforante insuficiente se puede percibir mediante palpación como una fosa en la fascia

2) edema: inicialmente es plástico y reversible, y remite tras el reposo nocturno; con el tiempo, a medida que progresan la fibrosis del tejido subcutáneo y la atrofia del tejido adiposo, se vuelve intratable y elástico

3) hiperpigmentación de color marrón óxido, inicialmente en puntos pequeños que con el tiempo se funden, normalmente en la mitad distal de la pierna, especialmente en el lado medial (fig. I.P.2-3)

4) focos de atrofia blanca formados por tejido subcutáneo compacto, a menudo en una zona de hiperpigmentaciones, cubiertos por una epidermis fina susceptible a lesiones y con escasas telangiectasias (fig. I.P.2-4)

5) aspecto característico de la extremidad: imagen de botella de champán invertida o patas de piano como consecuencia de una atrofia del tejido subcutáneo, lesiones tróficas progresivas y la formación de un anillo fibroso que presiona el perímetro de la pierna

6) úlceras venosas típicamente localizadas en el ⅓ distal de la pierna sobre el maléolo interno (fig. I.P.2-5); en un estadio avanzado pueden afectar a todo el perímetro de la pierna

7) eccema seco o exudativo de distinta magnitud (eccema varicoso) y paniculitis y dermatitis varicosa persistentes: frecuente en la IVC avanzada

8) en algunos casos, sobre todo cuando se producen úlceras que afectan a todo el perímetro de la pierna o después de dermatitis y paniculitis recurrentes, se desarrolla un linfedema secundario de pies y piernas (cap. I.U).

DiagnósticoArriba

Pruebas auxiliares

Las pruebas auxiliares tienen los siguientes objetivos:

1) evaluar la localización anatómica de la lesión clave para la IVC (vena superficial, profunda, perforante)

2) identificar el tipo de trastornos (reflujo, obstrucción)

3) definir el nivel de los trastornos (pelvis, ingle, muslo, pierna).

1. Pruebas funcionales: de Trendelenburg, Perthes y Pratt

Véase cap. I.B.9.2.1. Permiten distinguir las varices primarias de las secundarias en el 80–90 % de los casos.

2. Ecografía Doppler de color

Es la prueba estándar de oro: permite analizar la anatomía y la función del sistema venoso de los miembros inferiores: cap. I.B.4.8.2.

3. Pletismografía

Véase cap. I.B.9.2.5. Permite evaluar el reflujo venoso y sirve para controlar los resultados del tratamiento invasivo.

4. Flebodinamometría

La medición se realiza después de canular la vena en el empeine y conectarla a un manómetro. Se mide la presión en reposo, y después de que el paciente realice una serie de ejercicios estándar, se miden la presión mínima, la presión venosa ambulatoria y el tiempo de regreso de la presión a los valores iniciales. Esta prueba tiene un alto valor diagnóstico para evaluar la hemodinámica de la circulación venosa y pronosticar el riesgo de desarrollar IVC graves. Sin embargo, al ser una prueba invasiva y requerir estandarización, se realiza con poca frecuencia y solo en centros especializados.

5. Venografía

En la actualidad se realiza con muy poca frecuencia, principalmente cuando se sospecha una trombosis venosa profunda que genera dificultades diagnósticas y en algunos pacientes aptos para el tratamiento quirúrgico de las varices (fig. I.P.2-6). Las venas también se pueden mostrar por medio de una TC con reconstrucción 3D (fig. I.P.2-7).

Criterios de diagnóstico

El diagnóstico se establece con base en los signos, los síntomas y los resultados de las pruebas de imagen del sistema venoso de la extremidad inferior. Para diagnosticar y estadificar la gravedad del síndrome postrombótico se utiliza la escala de Villalta (tab. I.P.2-2). El mero hecho de confirmar una patología del sistema venoso en las pruebas de imagen en una persona que haya sufrido trombosis venosa profunda no es suficiente para diagnosticar el síndrome postrombótico si no se observan sus signos clínicos. En situaciones de diagnóstico clínico seguro, no hay indicaciones para realizar pruebas rutinarias del sistema venoso, ya sean invasivas o no invasivas. No obstante, puede ser necesario confirmar el diagnóstico de forma objetiva cuando aparezcan síntomas del síndrome postrombótico sin que estén precedidos por un episodio de trombosis venosa profunda, o cuando se considere el tratamiento invasivo.

Diagnóstico diferencial

En el diagnóstico diferencial se deben considerar principalmente la insuficiencia cardíaca avanzada, los trastornos hidroelectrolíticos y del metabolismo de proteínas en caso de lesiones bilaterales, el edema linfático, y la trombosis venosa profunda reciente en caso de lesiones unilaterales.

TratamientoArriba

Tratamiento conservador no farmacológico

1. Cambio de estilo de vida y aumento de la actividad física

Mantener la postura adecuada en el trabajo; evitar la bipedestación prolongada y la posición sentada con las rodillas y las caderas flexionadas en ángulo recto; utilizar un puesto de trabajo ergonómico, con una silla de respaldo reclinable y reposapiés; tomarse pausas de varios minutos para pasear; llevar a cabo actividades motoras de ocio con regularidad (paseos, correr, bicicleta, natación) y descansar con los miembros inferiores colocados por encima del nivel del corazón, apoyados sobre toda la longitud de la pierna (y no sobre un punto). Todas estas medidas mejoran la calidad de vida de los pacientes con IVC.

2. Tratamiento compresivo

Engloba:

1) bandas de compresión

2) medias o calcetines de compresión

3) masaje neumático intermitente y secuencial.

El tratamiento compresivo es el único método que permite ralentizar el desarrollo de la IVC. Se emplea en todas las etapas de desarrollo de la enfermedad, también a modo de prevención.

Las medias o los calcetines de compresión previenen la acumulación de sangre en las venas superficiales, apoyan la función de la bomba muscular, reducen la presión (sobre todo en el sistema de las venas superficiales), impiden que se produzcan alteraciones adversas en la microcirculación y causan su regresión. Las medias o los calcetines de compresión se deben seleccionar de forma individual para la extremidad sin edema, en función de la ubicación de las lesiones en la extremidad y de sus causas. La medición (según la tabla de tallas proporcionada por el fabricante de las medias de compresión) se debe realizar por la mañana, como muy tarde 20 minutos después de levantarse de la cama. En los pacientes de clase 3 o superior en la clasificación CEAP, utilizar vendajes de compresión durante los 10–20 días previos es beneficioso. Una media de compresión adecuada ejerce la mayor presión a la altura de las rodillas. Después, se va reduciendo en sentido ascendente hasta llegar al 40 % de la presión máxima en la parte proximal del muslo.

Clases de medias de compresión e indicaciones de uso: tab. I.P.2–3.

Explicar al paciente el curso natural de la IVC y los beneficios derivados del tratamiento compresivo debería ser suficiente para convencerle de usar las medias de compresión, especialmente cuando la temperatura ambiente es alta.

En los pacientes con úlceras venosas, no se recomienda utilizar medias de compresión; en estos casos se deben usar bandas de compresión.

Los pacientes que hayan recibido la formación pertinente (o sus cuidadores) pueden ponerse bandas de alta elasticidad (extensibilidad >140 %) y quitárselas por la noche. Principalmente ejercen una influencia superficial para impedir que la sangre se acumule en las venas suprafasciales. Su actividad debe apoyarse elevando la extremidad para mejorar el drenaje venoso.

Solo el personal médico cualificado debe colocar las bandas de elasticidad baja (extensibilidad <70 %); normalmente se dejan puestas varios días. Además de eliminar el estancamiento en las venas suprafasciales, apoyan la actividad de la bomba muscular. Se utilizan para tratar úlceras en la población activa. En los centros especializados, se utilizan vendajes multicapa con bandas de distinto nivel de extensibilidad. De este modo, se aprovecha su influencia variable sobre la hemodinámica de la circulación venosa en el miembro inferior.

La distribución de la presión ejercida por la banda de compresión debe ser adecuada. Colocar un vendaje con presión máxima en la zona poplítea es perjudicial. Además, no puede ejercer una presión excesiva para no provocar una isquemia arterial en la extremidad (se debe comprobar la pigmentación y el calor de los dedos de los pies unos minutos después de colocar el vendaje). Una variante de la banda de compresión es la bota de Unna (fig. I.P.2-8), que se coloca durante varios días en los enfermos que no son capaces de ponerse la banda de compresión, dejando un hueco para cambiar los vendajes.

El masaje neumático intermitente o secuencial se realiza por medio de manguitos de aire de una o varias cámaras, que se inflan mediante un compresor programado. Se suele utilizar como tratamiento inicial antes de colocar las medias de compresión. En algunos casos y en el tratamiento del linfedema (cap. I.U), se utiliza de forma crónica como método complementario a la terapia compresiva con medias o bandas de compresión.

Contraindicaciones para el tratamiento compresivo:

1) dermatitis y paniculitis agudas

2) enfermedades cutáneas exudativas

3) isquemia arterial de grado III/IV según la clasificación de Fontaine (clasificación de Rutherford >3): índice tobillo-brazo (ITB) <0,6 (tab. I.O.5-1; en todos los casos, antes de utilizar cualquier método compresivo, se debe examinar el pulso en los miembros inferiores y medir el índice tobillo-brazo)

4) insuficiencia cardíaca avanzada

5) hipertensión arterial mal controlada

6) deformaciones de la extremidad que impidan ejercer una compresión precisa

7) artritis en las extremidades inferiores.

Tratamiento farmacológico

No hay evidencia convincente de que la farmacoterapia influya significativamente en el curso natural de la IVC. Esto atañe a fármacos como los derivados flavonoides del benzopireno vegetales o sintéticos (rutina y sus derivados, hesperidina, diosmina), las saponinas (escina), el dobesilato de calcio y los extractos de pepitas de uva o cítricos. A veces, estos medicamentos pueden mejorar la calidad de vida y aliviar los síntomas de algunos enfermos, pero no impiden la progresión de las lesiones avanzadas en la IVC. Se pueden administrar cuando los signos estén acompañados de molestias, pero siempre en combinación con la terapia compresiva.

Para tratar un edema en el curso de la IVC, no se deben administrar diuréticos de forma crónica. Sin embargo, la IVC no supone una contraindicación para la administración de diuréticos por otras razones (p. ej. insuficiencia cardíaca). Los bloqueadores de los canales de calcio pueden intensificar el edema de pierna en los pacientes con IVC.

Los anticoagulantes se administran cuando los pacientes desarrollan una trombosis venosa que complica la IVC.

Tratamiento de las úlceras venosas

El tratamiento de las úlceras venosas engloba lo siguiente:

1) tratamiento posicional, que consiste en elevar las extremidades inferiores en posición sentada o en decúbito

2) tratamiento compresivo, fundamental para tratar las úlceras. Se debe implementar una terapia compresiva multicapa mediante vendajes especiales o sistemas de compresión ya preparados en capas e indicados para el tratamiento de úlceras. La presión recomendada al nivel del tobillo es de 40 mm Hg, y bajo la rodilla, de 17–20 mm Hg. Antes de administrar la terapia compresiva, es imprescindible determinar el ITB. En caso de úlceras arteriovenosas mixtas con un ITB de 0,6–0,9, se permite usar una compresión de 17–25 mm Hg de presión máxima; la naturaleza mixta de la úlcera puede requerir más pruebas de diagnóstico y una revascularización.

3) resección de tejidos necróticos, a ser posible quirúrgica o mediante productos enzimáticos. En caso de úlceras cubiertas por tejidos necróticos, se utilizan vendajes especiales que ayudan a limpiar la herida.

4) tratamiento de la infección

a) local: recambios frecuentes de los vendajes, uso de soluciones antisépticas con octenidina para lavar las heridas, curas con gasa empapada en una solución al 7–10 % de yodopovidona o una solución de etacridina; ¡no se administran antibióticos tópicos!

b) general: en caso de infección, se administra una antibioticoterapia dirigida sistémica; si se produjera una alergización secundaria a una infección bacteriana persistente en la zona de la úlcera, se deben administrar corticoides tópicos durante un periodo breve.

5) tratamiento del dolor, especialmente relevante durante la limpieza de la herida y el recambio de las curas

6) corrección de los posibles déficits proteicos que dificulten la cicatrización (antes de comenzar el tratamiento de la úlcera, se debe evaluar el estado nutricional del paciente).

Después de controlar la infección y extirpar los tejidos necróticos, el objetivo es que la úlcera se llene de tejido de granulación y cicatrice por medio de una epidermización periférica. En esta etapa de la cicatrización, se debe proteger a la úlcera frente a infecciones y garantizar un entorno adecuado y húmedo. Las curas que no requieren un recambio diario son eficaces. Cuando el exudado y el trasudado son abundantes, han de utilizarse materiales adsorbentes; y cuando el exudado es escaso, hidrogel. Al utilizar estos vendajes, se debe comprobar que no provoquen una maceración excesiva de los bordes de la úlcera y que no se haya desarrollado una infección bajo la cura. Si el tamaño mínimo de la úlcera es >6 cm, las probabilidades de que cicatrice son bajas. Después de limpiarla, se puede realizar un trasplante de piel.

La úlcera venosa puede estar acompañada de un eccema en la pierna (eczema cruris, eccema varicoso). Los factores desencadenantes pueden ser lesiones y microlesiones, infecciones bacterianas y alergias de contacto. Se producen un eccema, un enrojecimiento intenso y focos de inflamación. Las lesiones afectan a una o ambas extremidades, aunque en ocasiones tiene lugar una generalización de la reacción sanguínea (entonces se forma un exantema eritematoso o micropapular que en ocasiones afecta al cuero cabelludo, al tronco y a los miembros superiores). Los pacientes también sufren un prurito molesto. Es fácil que se produzca una sobreinfección bacteriana de las lesiones cutáneas. Para tratar el eccema se administran antihistamínicos orales, glucocorticoides tópicos y compresas con 1 % de taninos y 0,1 % de nitrato de plata.

Si la úlcera no cicatriza a pesar del tratamiento adecuado durante >3 meses, es necesario remitir al paciente a un especialista y, sobre todo, descartar un proceso neoplásico en la zona de la úlcera.

Tratamiento invasivo

El tratamiento invasivo por indicaciones médicas se lleva a cabo en los pacientes:

1) con síntomas avanzados de IVC de clase 3 en la clasificación CEAP

2) que hayan sufrido varices con complicaciones (trombosis, ruptura).

Los pacientes con varices sin complicaciones se operan por motivos estéticos.

Métodos:

1) métodos quirúrgicos tradicionales

a) extracción de varices por stripping

b) cirugía a cielo abierto de las venas perforantes insuficientes (operación de Linton)

2) métodos quirúrgicos poco invasivos: método CHIVA (basado en la suposición de que el problema clínico fundamental en los pacientes con varices es el reflujo venoso, consiste en ligar y cortar las venas de forma selectiva para eliminar la onda de reflujo), microflebectomía, criocirugía, ligadura endoscópica subfascial de venas perforantes (sustituyen o complementan a los métodos tradicionales)

3) ablación de varices por láser (EVLT), termoablación por radiofrecuencia (EVRF) mediante un aplicador de ondas de radiofrecuencia, ablación por vapor de agua (SVS)

4) escleroterapia (obliteración) de las venas mediante la inyección de un agente obliterante, normalmente como método complementario al tratamiento quirúrgico; indicada en caso de varices subdérmicas e intradérmicas (hemorrágicas incluidas), venas perforantes de <4 mm de diámetro y telangiectasias; contraindicaciones: trombosis venosa profunda, isquemia de la extremidad, infecciones bacterianas de la piel, enfermedades sistémicas del tejido conectivo; complicaciones: recidivas frecuentes de las varices e hiperpigmentación de la piel en el sitio de inyección del agente obliterante (en ~10 % de los pacientes)

5) cirugía plástica de las válvulas venosas (experimental en unos pocos centros especializados).

Los pacientes con venas profundas obstruidas no se deben derivar a un tratamiento quirúrgico.

Las recidivas de las varices tras el tratamiento quirúrgico son frecuentes (hasta un 50 %), y normalmente se producen en la zona operada. Que el resultado de la cirugía sea satisfactorio y permanente depende en gran medida de la aplicación continua del tratamiento compresivo.

Actualmente, en los pacientes que hayan desarrollado IVC como consecuencia de una trombosis y de una hipertensión venosa generada por la obstrucción del flujo venoso en el segmento iliofemoral, se realizan drenajes venosos y angioplastias con balón, y se colocan stents venosos en dicho segmento. Esto atañe principalmente a los pacientes en los que se observan anomalías subyacentes a la trombosis, p. ej. en el síndrome de compresión de la vena ilíaca izquierda (síndrome de May-Thurner).

PrevenciónArriba

La prevención de la IVC consiste en combatir los factores de riesgo (véase más arriba), sobre todo la obesidad y el sedentarismo, y en que las personas del grupo de riesgo elevado y las personas que ya hayan desarrollado varices, principalmente las mujeres embarazadas, utilicen medias de compresión.

Tabla I.P.2-1. Clasificación CEAP de la insuficiencia venosa crónica

clasificación clínica (C)

C0

C1

C2

C3

C4a

C4b

C5

C6

S

A

lesiones invisibles e imperceptibles

telangiectasias y varices reticulares

varices

edema

hiperpigmentación de la piel o eccema

lipodermatosclerosis o atrofia blanca

úlceras cicatrizadas

úlceras activas

síntomas actuales: dolor, sensibilidad, sensación de estrechez, irritación cutánea, sensación de pesadez, calambres musculares y otros síntomas que pueden estar ligados a la enfermedad venosa

sin síntomas

etiología (E)

EC

EP

ES

En

congénita

primaria (causa desconocida)

secundaria (postrombótica)

causa venosa desconocida

localización anatómica de las lesiones (A)

AS

1

2

3

4

5

Ad

6

7

8

9

10

11

12

13

14

15

16

Ap

17

18

An

venas superficiales

telangiectasias y venas reticulares

vena safena magna por encima de la rodilla

vena safena magna por debajo de la rodilla

vena safena parva

otras venas superficiales

venas profundas

vena cava inferior

vena ilíaca común

vena ilíaca interna

vena ilíaca externa

venas pélvicas (testicular, ovárica, del ligamento ancho, etc.)

vena femoral común

vena femoral profunda

vena femoral superficial

vena poplítea

venas profundas de la pierna (tibial anterior, tibial posterior, peronea)

venas musculares

venas perforantes

venas perforantes del muslo

venas perforantes de la pierna

localización indeterminada

fisiopatología (P)

Pr

Po

Pr,o

Pn

reflujo

obstrucción

reflujo y obstrucción

mecanismo patológico venoso indeterminado

Tabla I.P.2-2. Escala de Villalta  síntomas del síndrome postrombótico (SPT)

síntomas

 

ausente

leve

moderado

grave

dolor

0

1

2

3

calambres musculares

0

1

2

3

pesadez

0

1

2

3

parestesias

0

1

2

3

prurito

0

1

2

3

signos

 

ausente

leve

moderado

grave

edema pretibial

0

1

2

3

endurecimiento de la piel

0

1

2

3

hiperpigmentación

0

1

2

3

enrojecimiento

0

1

2

3

dilatación de las venas

0

1

2

3

dolor de compresión en la pantorrilla

0

1

2

3

úlcera venosa

presente/ausente

El paciente valora cada síntoma y el médico valora cada signo.

Interpretación del resultado: 0–4 puntos: SPT ausente, 5–9 puntos: SPT leve, 10–14 puntos: SPT moderado, >14 puntos o presencia de úlcera: SPT grave

Tabla I.P.2-3. Clases de medias de compresión e indicaciones de uso

Clase de compresión

Presióna

Indicaciones

I

20–30

– prevención de la trombosis venosa

– prevención de la trombosis y las varices en embarazadas

– varices pequeñas durante el embarazo

– pesadez y cansancio de extremidades

– varices pequeñas sin edemas visibles

– operación de varices reciente

II

30–40

– varices grandes durante el embarazo

– varices con edema leve

– flebitis superficial reciente

– escleroterapia de varices reciente

– cicatrización reciente de úlceras pequeñas

III

40–50

– varices muy grandes con edema importante

– cicatrización reciente de úlceras grandes

– edemas postraumáticos

– linfedemas reversibles

IV

50–60

– síndrome postrombótico grave

– linfedemas irreversibles

a ejercida al nivel del tobillo (mm Hg)