Desde el punto de vista funcional, el sistema linfático forma parte del aparato cardiovascular y del sistema inmunitario. El sistema linfático está compuesto por el líquido intersticial y la linfa, el espacio intercelular junto con una red de vasos y ganglios linfáticos, y las células del sistema mononuclear fagocítico en el bazo, el hígado, los intestinos, las médula ósea y los pulmones. El organismo de una persona de 65 kg contiene ~12 l de líquido intersticial.
Las funciones del sistema linfático son:
1) conservar un entorno externo adecuado para las células del organismo mediante el transporte de los productos del metabolismo y la descomposición celular y participar en el metabolismo de la matriz extracelular, lo cual incluye el transporte de sodio y la regulación secundaria de la presión sanguínea
2) eliminar bacterias, otros organismos invasores y moléculas (p. ej. polvo) que penetran en el organismo a través de la piel, el sistema respiratorio y el tubo digestivo
3) transportar las células del sistema inmunitario (células presentadoras de antígeno) a los ganglios linfáticos, lo cual cumple un papel importante en la inmunidad adquirida y el mantenimiento de la tolerancia a los propios antígenos
4) transportar agua y quilomicrones de las paredes intestinales
5) garantizar la homeostasis del volumen de líquido intersticial y proteger a los tejidos frente a los edemas
6) transporte retrógrado de colesterol
7) posiblemente, participar en el control de la presión arterial por medio de una regulación del metabolismo de sodio.
Los vasos linfáticos forman un sistema abierto que comienza por los capilares linfáticos y acaba en la desembocadura de los vasos linfáticos principales en el sistema venoso. El transporte de líquido del espacio intercelular tiene lugar gracias a la función de la bomba linfática, que provoca la aspiración de líquido hacia los capilares linfáticos y el flujo pasivo de líquido intersticial en caso de que incremente la presión (edema) y, en el proceso de endocitosis, a través del citoplasma de las células del endotelio linfático. En la microcirculación en condiciones fisiológicas, no se reabsorbe el agua en los capilares venosos. El sistema linfático transporta de vuelta toda el agua que abandona el lecho capilar. El organismo produce 4–8 l de linfa al día. El transporte posterior de linfa depende de la actividad contráctil de los vasos linfáticos y la función de las válvulas. La linfa de los capilares linfáticos se transporta hacia los ganglios linfáticos a través de vasos colectores equipados con válvulas. En los ganglios, pasa por un filtrado en el que se retienen los microorganismos y las moléculas de materia inorgánica (polvo) y se reabsorbe parte del agua y los electrolitos. La linfa abandona los ganglios linfáticos a través de vasos de salida que, al unirse, forman el conducto torácico y el conducto linfático derecho. El conducto torácico acumula la linfa de los miembros inferiores, la cavidad abdominal, la pelvis, la mitad izquierda del tórax, el miembro superior izquierdo y la mitad izquierda de la cabeza y el cuello, y desemboca en el ángulo venoso izquierdo. El conducto linfático derecho corto, presente en ~20 % de las personas, acumula la linfa de la mitad derecha del tórax, el miembro superior derecho y la mitad derecha de la cabeza y el cuello, y desemboca en el ángulo venoso derecho. En el resto de casos, los afluentes que conforman el conducto linfático derecho desembocan en el ángulo venoso derecho por separado. Cada día fluyen ~4 l de linfa desde los conductos torácicos hacia las venas. El sistema linfático también se puede dividir en superficial, que abastece la piel y el tejido subcutáneo, y profundo (subfascial), que abastece los músculos y los órganos internos. Todos los órganos contienen vasos linfáticos.