Gammagrafía

En la gammagrafía del sistema óseo suele usarse metilendifosfato marcado con tecnecio (99mTc-MDP). Al ser captado por los osteoblastos, señala los lugares de actividad metabólica ósea elevada. Para evaluar la inflamación se utilizan, p. ej., anticuerpos marcados con un radioisótopo (→fig. VII.C.2-24).

Indicaciones:

1) evaluación del estadio y la progresión neoplásica (presencia de metástasis, alcance de las neoplasias óseas malignas primarias)

2) diagnóstico de fracturas por sobrecarga

3) diagnóstico de dolor articular (para descartar artritis)

4) diagnóstico de algunas neoplasias óseas benignas primarias (osteoma osteoide).

La gammagrafía muestra una gran sensibilidad a la hora de detectar inflamaciones, neoplasias o lesiones postraumáticas del sistema óseo. Un resultado negativo permite descartarlas. En la artritis, la gammagrafía es una prueba de imagen más sensible que la radiografía, puesto que muestra una acumulación aumentada del marcador en la zona de la articulación inflamada (→fig. VII.C.2-25).

Debido a su baja especificidad, la gammagrafía no se debe emplear como prueba de primera línea. Además, el resultado se debe analizar en el contexto de los datos clínicos y los resultados de otras pruebas de imagen.

La tomografía de emisión (SPECT) permite obtener una distribución espacial del marcador y, simultáneamente, representar las estructuras anatómicas complejas o pequeñas y reducir el número de diagnósticos falsos positivos. Las técnicas computarizadas permiten vincular las imágenes tomográficas conseguidas por medio de distintos métodos, p. ej. por TC (estructura de órganos) y SPECT (función de órganos) →fig. VII.C.2-26.

La tomografía por emisión de positrones (PET) se suele utilizar para diagnosticar vasculitis de grandes vasos y para el estudio de fiebre de causa desconocida.