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Los autores franceses en una publicación reciente sugirieron la eficacia de hidroxicloroquina en combinación con azitromicina en la eliminación de SARS-CoV-2 en los enfermos con COVID-1923. La publicación despertó mucho interés en la comunidad médica. ¿Cuál es el postulado mecanismo de acción de estos fármacos? ¿Se puede reconocer su eficacia en el tratamiento de los enfermos con COVID-19?
Empezaré con una explicación del mecanismo hipotético de acción. En caso de ambos fármacos, se conocían sus efectos secundarios que se podían clasificar como inespecíficamente “antivirales”. En la literatura aparecían informes sobre hidroxicloroquina y su propiedad de inhibición de la penetración de distintos tipos de virus en las células. Dicha acción puede depender del aumento de pH que provoca este fármaco dentro de los compartimentos endosomales que contienen el virus. El pH bajo en estos compartimentos es necesario para la liberación del material genético de los viriones, lo que inicia las siguientes etapas del ciclo de replicación. También se evidenció que la azitromicina en las células del epitelio bronquial inhibe la respuesta antiviral y replicación de p. ej. rinovirus, dependiente de la secreción de interferones. La azitromicina demostraba también su eficacia en la inhibición in vitro de la replicación de los virus del Zika y del Ébola.
En cuanto a la hidroxicloroquina, también puede ser de cierta importancia su propiedad de inhibición de la secreción de citocinas proinflamatorias y de limitación de la respuesta inflamatoria en sentido amplio: se sospecha que en algunos enfermos con COVID-19 se produce una activación excesiva de los mecanismos inflamatorios en los pulmones.
Los autores del mencionado estudio francés observaron que la combinación de ambos fármacos favorece la erradicación del virus. Desgraciadamente, el estudio no cumple con el mínimo de criterios de evaluación fidedigna del método terapéutico. Los autores no llevaron a cabo ninguna aleatorización y realizaron un ensayo abierto, donde incluyeron un grupo de pacientes muy pequeño (42 enfermos), de los cuales analizaron solamente 36 (20 en el grupo experimental y 16 no tratados en el grupo de control). Además, la decisión sobre la administración de los fármacos fue tomada individualmente por los médicos que se basaron en unos criterios clínicos heterogéneos y subjetivos: 20 pacientes recibieron hidroxicloroquina, y solo 6 de ellos (!) recibieron adicionalmente azitromicina. Los autores se centraron únicamente en el análisis del criterio virológico y no incluyeron en la publicación ninguna información adicional sobre los efectos clínicos de la terapia analizada (manifestaciones clínicas después del tratamiento, estado de los enfermos). Además, el seguimiento de los 6 enfermos no incluidos en el análisis de los autores franceses exige prudencia a la hora de trasladar estas observaciones a la práctica clínica sin verificarlas previamente a partir de unos estudios aleatorizados correctamente planificados y lo suficientemente grandes. De este grupo, 1 enfermo murió y 3 requirieron tratamiento en la UCI: todos ellos pertenecían al grupo experimental sometido a la terapia evaluada. Los mismos autores franceses advierten que utilizando esta terapia siempre hay que tener en cuenta las posibles interacciones (sobre todo azitromicina) y efectos adversos (sobre todo de hidroxicloroquina).
Sin duda, la hipótesis sobre la eficacia de tratamiento combinado de hidroxicloroquina con azitromicina en los enfermos con COVID-19 es muy atractiva y suscita grandes esperanzas, también debido al bajo coste de estos fármacos, por lo que sin duda será verificada en otros estudios de mejor calidad.
Siguiente artículo: ¿Qué sabemos sobre los resultados de los estudios relativos a los fármacos inmunomoduladores (p. ej. tocilizumab) en COVID-19?
