¿Cómo determinar la aptitud para la vacunación contra la COVID-19 de los pacientes con tratamiento por neoplasias malignas?
A.M K.: Las neoplasias constituyen uno de los factores de riesgo de COVID-19 grave y muerte por COVID-19. Esto se aplica tanto a los pacientes con tratamiento de una neoplasia activa como a aquellos que lo hayan finalizado en los últimos años. En los pacientes de 40-49 años con neoplasias malignas, el riesgo de muerte en el curso de la COVID-19 es del 10 %. Este riesgo incrementa con la edad hasta llegar al 48 % en los pacientes mayores de 80 años. Por lo tanto, los pacientes oncológicos se deben vacunar contra la COVID-19 de forma prioritaria.
Hasta ahora, no se han realizado estudios de seguridad y eficacia sobre la vacunación de pacientes con una neoplasia maligna u otro estado asociado a inmunodepresión. Sin embargo, no existen motivos sustanciales para pensar que las vacunas de ARNm o vector viral contra la COVID-19 puedan generar un riesgo mayor de RAV en este grupo de pacientes que en la población general. La única preocupación es que su efectividad en la prevención de la COVID-19 sea menor. No obstante, teniendo en cuenta el peligro extremo que supone para estos pacientes enfermar de COVID-19 durante la pandemia, esta preocupación por que la vacuna sea menos eficaz no debe impedir o retrasar demasiado su administración.
Los pacientes en quimioterapia se deben tratar de forma individual, considerando la intensidad del tratamiento y su estado inmunitario. Si p. ej. un paciente se encuentra en la fase de inducción del tratamiento de una leucemia aguda que precisa del uso de citostáticos en dosis altas, y presenta leucopenia y linfopenia crónicas, probablemente no responda satisfactoriamente a la vacuna. En este caso, se debe considerar retrasar su administración hasta que su hemograma mejore. Sin embargo, en las fases finales del tratamiento de una neoplasia del sistema hematopoyético, en la quimioterapia o en la radioterapia de un tumor sólido —que por lo general está ligada a una inmunosupresión menor—, se debe considerar la posibilidad de vacunar entre los ciclos de la quimioterapia o la radioterapia. Una consulta con el oncólogo puede ser útil, quien mejor puede valorar si el tratamiento del paciente puede interferir o no en la respuesta a la vacuna. Además, si el paciente presenta un certificado de aptitud para la vacuna contra la COVID-19 escrito por su oncólogo, el médico de cabecera debe programar su vacunación (si no se dan otras contraindicaciones). En cualquier caso, es necesario informar al paciente de que la efectividad de la vacuna puede ser menor, y que deberá seguir aplicando todas las medidas de prevención de la infección por SARS-CoV-2 que tomaba hasta ahora. Asimismo, se le debe recomendar que anime a sus allegados a vacunarse si tienen la posibilidad (estrategia de nido).
Conviene recordar que algunas vacunas (contra la gripe, la hepatitis B o neumococos) se administran a los pacientes oncológicos incluso durante un tratamiento oncológico intensivo, ya que se considera que es mejor vacunar con la esperanza de que se produzca una respuesta que dejar al paciente sin protección frente a una infección potencialmente mortal. A la hora de vacunar contra el SARS-CoV-2, este es el enfoque que se debe adoptar.
De momento no hay recomendaciones sobre si los pacientes vacunados contra la COVID-19 durante el tratamiento de una neoplasia del sistema hematopoyético se deben volver a vacunar una vez finalizado el tratamiento inmunosupresor.