¿Qué son los nódulos tiroideos y cuáles son las causas de su formación?
La tiroides es un órgano de pequeño tamaño localizado en la base del cuello y compuesto por dos lóbulos conectados por el istmo. Es responsable de la producción y liberación de dos hormonas —la triyodotironina (T3) y la tiroxina (T4)— que regulan la función de la mayoría de los tejidos del organismo e influyen en el metabolismo y la termogénesis (producción de calor). La función tiroidea es controlada por la glándula hipófisis, la cual libera la hormona tirotropa (TSH), que estimula la tiroides para producir las hormonas T3 y T4.
Los nódulos tiroideos son lesiones sólidas (llenas de células) o llenas de líquido (quistes) en la tiroides, palpables en la exploración del cuello. Muchas de las lesiones focales detectadas en la ecografía no son palpables en la exploración física del cuello. Entonces el médico no llamará a estas lesiones "nódulos". La causa definitiva de la formación de nódulos tiroideos es desconocida. A veces se detectan en miembros de una misma familia, por lo que el desarrollo de nódulos puede estar determinado genéticamente. Entre otras causas de la formación de nódulos tiroideos se enumeran:
• carencia de yodo en la dieta
• enfermedad de Hashimoto (véase Enfermedad de Hashimoto).
¿Con qué frecuencia se presentan?
Los nódulos tiroideos son una patología de la tiroides diagnosticada con frecuencia y el problema más común por el que el paciente acude al endocrinólogo. La prevalencia es mayor en mujeres que en hombres y aumenta con la edad. Se estima que en los países con aporte suficiente de yodo la frecuencia de nódulos tiroideos es de un 6 % en mujeres y de un 1 % en hombres. La frecuencia de lesiones focales detectadas mediante ecografía es incluso mayor.
La gran mayoría de los nódulos son de carácter benigno. Un pequeño porcentaje de nódulos son cáncer de tiroides.
¿Cómo se manifiestan?
Por lo general, los síntomas de los nódulos tiroideos pueden dividirse en locales (relacionados con el tamaño de los nódulos y de la tiroides) y asociados a las alteraciones de la producción de hormonas tiroideas. La mayoría de los nódulos tiroideos son lo suficientemente pequeños para no causar ningunos síntomas locales; habitualmente se detectan durante una visita rutinaria. Además, las lesiones focales en la tiroides a menudo se detectan de forma accidental en la ecografía. Si el nódulo o el bocio nodular aumentan significativamente de tamaño, pueden presentarse problemas al tragar por compresión del esófago o problemas al respirar por compresión de la tráquea. Esporádicamente se presenta un dolor en la zona tiroidea —que se irradia hacia las orejas— o la ronquera.
En algunos pacientes los nódulos tiroideos empiezan a producir una cantidad excesiva de hormonas tiroideas, lo que conduce a la aparición de manifestaciones del hipertiroidismo (véase Hipertiroidismo). Si los nódulos se formaron en el curso de la enfermedad de Hashimoto, la manifestación principal puede ser el hipotiroidismo (véase Hipotiroidismo).
¿Cómo actuar ante los síntomas?
La mayoría de los nódulos tiroideos son de carácter benigno y no provocan molestias. No obstante, en caso de observar cualquier cambio en la zona tiroidea, es necesario acudir al médico para que pueda establecer la actuación a seguir. La consulta con un médico especialista debe ser urgente en los siguientes casos:
• aumento rápido del nódulo o de la circunferencia del cuello,
• dolor repentino de cuello en la zona tiroidea,
• ganglios linfáticos cervicales aumentados de tamaño,
• problemas al tragar o al respirar
• ronquera (especialmente si el laringólogo descartó laringitis),
• presencia de manifestaciones de hipertiroidismo (véase Hipertiroidismo),
• antecedentes familiares de cáncer de tiroides,
• antecedentes personales de irradiación de la zona de cuello.
¿Cómo se establece el diagnóstico?
El médico tratará de responder a dos preguntas principales:
• ¿Es el nódulo tiroideo una neoplasia maligna? ¿Cuál es su causa?
• ¿Se observan trastornos de la función tiroidea?
Con este propósito, el médico primero realizará una exploración (anamnesis y exploración física), prestando atención a las manifestaciones de hipotiroidismo o hipertiroidismo, los factores de riesgo de cáncer de tiroides y otras posibles causas de la formación del nódulo. En la exploración física se valora, entre otros, el tamaño de la lesión, su dureza, la presencia de otros nódulos (p. ej. en el otro lóbulo de la tiroides), el eventual aumento de los ganglios linfáticos.
Para evaluar la función tiroidea es necesario realizar pruebas hormonales. El médico de cabecera puede ordenar las pruebas preliminares para evaluar la función tiroidea (determinación de la concentración de TSH en sangre). Si el resultado obtenido es anormal, es necesario determinar los niveles de las hormonas tiroideas libres (FT4 y/o FT3).
Para establecer la causa de la formación del nódulo pueden ser de ayuda las pruebas enumeradas a continuación.
La ecografía tiroidea es una prueba sensible, ampliamente disponible y no invasiva, que permite evaluar, p. ej., el tamaño y el “carácter” de lesiones focales en la tiroides. La ecografía no permite una identificación inequívoca de la malignidad del nódulo. No obstante, son más “sospechosas” las lesiones hipoecogénicas, con forma y bordes irregulares, con microcalcificaciones, flujo sanguíneo aumentado y acompañadas del aumento de ganglios linfáticos cervicales. Es decir, en caso de presencia de estas características el riesgo de cáncer es mayor y se requiere un diagnóstico más detallado, incluida la punción tiroidea.
Una de las pruebas básicas utilizadas en el diagnóstico de nódulos tiroideos es la punción aspirativa con aguja fina (PAAF). El médico determina la necesidad de realizar una PAAF sobre la base de los datos clínicos (obtenidos en la exploración física), el tamaño de la lesión, la imagen ecográfica y los eventuales resultados de las PAAF realizadas con anterioridad. El objetivo principal de la prueba es determinar la necesidad de tratamiento quirúrgico (en caso del riesgo de desarrollar neoplasia maligna). Bajo control ecográfico, con el uso de aguja fina se toman células del nódulo. A menudo se recomienda realizar varias punciones (de una lesión, si es grande, o de varios nódulos). La muestra obtenida se envía al médico patólogo, quien, después del procesamiento adecuado, examina las células bajo microscopio y, posteriormente, envía el resultado al médico tratante. La mayor parte de las lesiones examinadas en la PAAF son benignas, lo que con alta probabilidad descarta la malignidad de la lesión. En ciertos casos, los resultados de la PAAF hacen diagnosticar o sospechar un cáncer de tiroides. En ambos casos se recomienda el tratamiento quirúrgico. Una vez extirpado, el nódulo será examinado bajo microscopio por el patólogo, lo que permitirá establecer un diagnóstico definitivo. En algunos casos las células tomadas durante la biopsia no son suficientes para realizar una interpretación y establecer el diagnóstico, por lo que es necesario repetir la prueba.
En determinadas circunstancias sirve de ayuda la gammagrafía de tiroides. Durante esta prueba se administra un isótopo radioactivo (yodo radioactivo o tecnecio 99m) y, mediante una cámara especial, es posible determinar la captación del isotopo. Los nódulos que producen una cantidad excesiva de hormonas tiroideas presentan una captación alta y se describen en la gammagrafía como “calientes”. Los nódulos “fríos” no presentan captación o presentan una captación baja. Los nódulos “calientes” muy pocas veces significan presencia del cáncer de tiroides.