lat. morbus hepatis alcoholica
ing. alcoholic liver disease, alcohol-related liver disease
El hígado es el principal lugar del metabolismo de alcohol etílico. El alcohol es oxigenado por 3 sistemas enzimáticos: alcohol deshidrogenasa (ADH), citocromo P-450 2E1 (CYP2E1) en el sistema microsomal de oxidación del etanol (MEOS) y catalasa (de importancia más baja en este proceso). La ADH está presente en el citoplasma, contiene varios isoenzimas y es codificada por 3 genes que demuestran un polimorfismo significante. Esta variabilidad de ADH hace que el metabolismo de alcohol sea distinto en diferentes grupos étnicos. La ADH y el CYP2E1 oxidan el etanol a acetaldehído que es un reconocido metabolito tóxico de alcohol etílico. A continuación, la aldehído deshidrogenasa (ALDH) oxida el aldehído a ácido acético. Los polimorfismos genéticos de ADH y ALDH influyen en los trastornos provocados por el consumo de alcohol, pero no en el desarrollo de la enfermedad hepática alcohólica. El alcohol también es metabolizado en el epitelio gástrico e intestinal, donde están presentes los isoenzimas de la ADH. Se ha determinado que en las personas con una actividad más baja de la ADH gástrica, a la circulación portal pasa una mayor cantidad de alcohol consumido, lo que en consecuencia lleva al daño hepático.
El daño hepático se desarrolla por etapas, aunque los distintos estadios no están separados claramente entre sí y a veces se presentan simultáneamente. Se ha diferenciado:
1) esteatosis hepática alcohólica
2) hepatitis alcohólica
3) cirrosis hepática alcohólica.
En las guías de la EASL (2018) y de la AASLD (2019) se ha propuesto un cambio en la nomenclatura, de la enfermedad hepática alcohólica (alcoholic liver disease) a la enfermedad hepática relacionada con alcohol (alcohol-related liver disease), para evitar la estigmatización de los enfermos.
El alcohol es una de las causas más frecuentes de las enfermedades hepáticas en los países desarrollados. Se observa una mayor frecuencia de cirrosis hepática alcohólica, especialmente en mujeres (lo que se relaciona con un aumento en el consumo de alcohol por las mismas), y el aumento en la mortalidad por cirrosis hepática alcohólica, sobre todo en pacientes jóvenes (en el grupo de 25-34 años). Las mujeres son más susceptibles al daño hepático por alcohol: en su caso, la dosis nociva es menor y el avance de la enfermedad es más rápido. Se considera que una dosis “segura” de alcohol desde el punto de vista de las enfermedades hepáticas en personas sanas es de 2 uds. (raciones) de alcohol en hombres y 1 ud. en mujeres (en Europa se considera que 1 ud. contiene 10 g de etanol, lo que corresponde a ~250 ml de cerveza, 100 ml de vino o 30 ml de vodka; un EE. UU. 1 ud. contiene 14 g de etanol). No obstante, no existe una dosis segura de alcohol para las personas con enfermedades hepáticas (alcohólica, NAFLD, hepatitis vírica, hemocromatosis): estas personas deben guardar abstinencia. Aumentan el riesgo de desarrollo de la enfermedad hepática alcohólica:
1) consumo de >2 uds. de alcohol al día por un hombre y de >1 ud. por una mujer
2) modelo de consumo de alcohol: embriaguez (definida como el consumo de ≥5 uds. de alcohol por un hombre y de ≥4 uds. por una mujer a lo largo de 2 h), consumo de alcohol a diario o en ayunas
3) tabaquismo (factor independiente que aumenta el riesgo de cirrosis hepática)
4) sexo femenino
5) predisposición genética (genes PNPLA3, TM6SF2, MBOAT7, HSD17B13)
6) IMC elevado
7) enfermedades hepáticas concomitantes (hepatitis vírica crónica, hemocromatosis, NAFLD, NASH).
Por el otro lado, el consumo de café disminuye el riesgo de desarrollo de cirrosis hepática.
La cirrosis hepática alcohólica causa ~10 % de las muertes relacionadas con el alcohol. En la UE, un 41 % de las muertes por enfermedades hepáticas guarda relación con el alcohol.